Para poder vivir de su arte, emigró a Francia hace dos décadas. Ovacionada en todo el mundo, interpreta piezas clave de la música clásica y comparte escenario con eximios músicos y directores de orquesta. Una soñadora que persistió a fuerza de talento y disciplina.
Desde Francia, su lugar de residencia desde hace dos décadas, y en medio de una pausa entre ensayos, dos hijos y una agenda apretada hasta mayo de 2025 que incluye conciertos en Canadá, Brasil, Bélgica y Alemania, Mariana confiesa a Los Andes la clave de su éxito: "Yo no tengo esa cosa de 'voy a conquistar a todos'. Mi actitud es de desnudarme ante los espectadores. Siempre busco la comunión entre el compositor, yo y el público. Pero si transmitís con un ego más fuerte que tu voz, no se emociona nadie".
No obstante, enseguida aclara: "La vida no es fácil", incluso en Francia. Incluso trabajando de lo que más le gusta. "Nada es color de rosas. Creo que lo importante es saber sacarle el jugo a los momentos buenos. Son esos los que te sostienen cuando las cosas no salen bien y se ponen feas. Lo más importante es hacer algo que te haga feliz y hasta por eso se paga un precio muy alto. Yo pagué el precio del desarraigo de mi país, de mi familia, mis amigos, pero no me arrepiento", jura Flores.
Para poder mantenerse en escena por tanto años consecutivos, la soprano asegura que lo más importante es la disciplina, no sólo vocal, sino también mental, física y espiritual. "Ser cantante no consiste sólo en cantar. Es una vida intensa físicamente y tener que estar fuerte mentalmente en los éxitos y los fracasos. El artista se pierde cuando se pierde en los aplausos", agrega Mariana.
Además de sus clases de canto, Mariana se ejercita con cardio, Pilates o musculación tres veces por semana para poder moverse sin problemas arriba del escenario. También va el psicólogo, trata de rodearse de afectos y de pasar mucho tiempo con sus dos hijos, de 11 y 7 años. Ambos, asegura, son su mayor logro. Y subraya, agradecida: "Siempre soñé con cantar y tener hijos".
Estudió canto en la Universidad Nacional de Cuyo y aún agradece a sus "grandes maestras" mendocinas, María Teresa D´Amico y Silvia Nasiff, quien la empujó a irse de Mendoza y tentar a la suerte. Luego se perfeccionó en la prestigiosa Schola Cantorum Basiliensis, con Rosa Domínguez, y continúa su desarrollo artístico en Bolonia, bajo la guía de Fernando Cordeiro Opa.
Su carrera incluye actuaciones en importantes escenarios como la Ópera de París, el Gran Teatro de Ginebra, el Teatro Colón de Buenos Aires y festivales internacionales de renombre. Colabora habitualmente con el director de orquesta, el platense Leonardo García Alarcón, (su mentor, su pareja, y padre de sus hijos), y con otros directores destacados, como Sir John Eliot Gardiner, Christina Pluhar y Teodor Currentzis.
Mariana ha llevado su arte a los cinco continentes, desde producciones icónicas como Diluvio Universale de Falvetti de Cappella Mediterránea, y la ópera Orfeo/Vespers, en 2016. También ha realizado giras por Australia con la Australian Brandenburg Orchestra y el año pasado se dio el gusto de cantar junto a la inmensa pianista argentina, Marta Argerich, solo por mencionar algunos hitos de su extensa trayectoria.
La versatilidad también es parte del sello de Mariana. Si bien ella misma se presenta como cantante lírica barroca, sabe que lo único constante en su vida ha sido el cambio. "Me aburro rápido, soy muy sagitariana, no me gustan las etiquetas", dice la mendocina que cumplirá sus 44 años el 7 de diciembre próximo. Prueba de ello es el disco "Alfonsina" (del sello Alfa), que grabó el año pasado junto a Quito Gato, con un repertorio de canciones folclóricas que Flores interpreta con hidalguía.
De hecho, a principios de este mes, presentó la obra Seasons, que mezcla ópera con teatro musical. En la propuesta que ideó su marido y que dirige Fabrice Murgia, Mariana se luce junto a dos cantantes de rap y rock. "La gente sale fascinada. En definitiva y más allá del género, el arte es lo único que te sirve para sanar y hacer felices a los demás", plantea Flores.
"Las oportunidades pasan y muy rápido. Hay que tener el valor para tirarse al agua. Que los jóvenes no se queden con la facilidad y la poca tolerancia de estos tiempos. Este camino requiere de mucha fuerza mental, espiritual y psicológica. Pero estamos en la era de lo fácil. Y hay que saber nada es fácil. Solo con amor, pasión y dedicación se llega a la meta", aconseja. Y su historia lo confirma.